23 de Agosto 2016
Estoy sentada en mi cama, intentando explicarle a mi papá y a uno de mis hermanos, por qué creo que tenía anorexia. Me sentía desesperada, con el estómago sin haber recibido suficiente comida por semanas y con una sensación de vacío que me carcomía.
—¿Nos mentiste?- escuché a mi hermano y a mi papá preguntar, después de describirles algunas de mis conductas.
Guardo silencio, porque es cierto que les mentí y que aún hay mucho más que no les he dicho durante el tiempo que mantuve mis conductas escondidas y de las cuáles no tienen ni idea. Una parte de mí, siente que estoy abriendo heridas que sangrarán por mucho tiempo, pero también me libero de ese peso que ya no puedo cargar, por eso les respondo que sí, bajando la cabeza con pena y sintiendo que me desmorono ante ellos.
En ese momento ví cómo la imagen que había construido y les mostraba a todos, durante los últimos diez años se desdibujaba.
No les dije que lo sentía, porque sabía que eso no reparaba aquello que estaba rompiendo y que no serviría pedir disculpas por algo que ni siquiera yo entendía. Entonces reconozco frente a ellos y entre lágrimas digo: les dije un millón de mentiras más, con el único fin de sobrevivir.
En ese momento supe que me tenía que atender y le pedí a mi papá que me internara, me urgía comprender qué me estaba pasando, y por qué sentía que caía muy rápido en una espiral de pensamientos, que si no detenían, iban a terminar por matarme.
Afortunadamente mi familia escuchó mi súplica y me internaron el 25 de Agosto del 2016, aún recuerdo cada momento de ese día y la forma cómo marcó el inicio de mi vida adulta de la mano de mi recuperación.
25 de Agosto del 2022
Hoy escribo estas líneas después de haber vivido muchos momentos difíciles, de haber escuchado miles de historias y de haber experimentado otras muchas en carne propia. Me tomó mucho tiempo y trabajo, desenredar el laberinto de lo que fue vivir una década con anorexia y dejar de ir la soledad y el dolor. Con terapia, tiempo, cariño y muchas horas de lectura y escritura, descubrí por qué se construyeron ese millón de mentiras en mi mente y cómo las usé como un medio para llenar mi soledad adolescente. Durante ese tiempo pude finalmente construir mi identidad como la persona que quería ser y no como quien debía ser, según los cánones establecidos. También entendí que no tengo que mentir para sobrevivir, pero que sí debo hablar, para no volver a caer presa de la anorexia. También aprendí que con paciencia, empatía y compasión, las heridas cierran y dejas de sufrir. Sanarme en lo individual y en lo familiar, no ha sido fácil, pero sí ha sido un camino que ha valido cada lágrima derramada.
Hoy se cumple un año más de mi ingreso a la clínica de trastornos alimenticios, fue el momento más doloroso de mi vida y al mismo tiempo el más liberador. No me queda más que agradecer a mi familia, a mis terapeutas y a mis amigos por darme la oportunidad de reconstruirme en vida, por el tiempo que me dieron, para entender por qué me aferraba a mi enfermedad y por darme las herramientas para liberarme de la farsa que es la anorexia. Recordar esta fecha me permite revivir esa escena, donde estoy sentada en mi cama hablando por primera vez con mi papá y mi hermano y admitiendo mis secretos más dolorosos y que necesitaba ayuda, pero donde también decidí, no volver a decir ni a decirme una sola mentira más.