Los dos lados de la balanza

Estoy sentada en mi cuarto de la infancia pensando en lo difícil que han sido estos últimos meses. La cuarentena parece haberse llevado lo mejor de mí. Me siento miserable y sumamente triste y no sé si pronto este sentimiento pasará. Pienso en las formas en las que puedo adormecer mi dolor y lo único que se me ocurre es volver a las garras del trastorno; tal vez si siento hambre, no puedo sentir nada más. Me acuesto en la

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Los trastornos alimenticios no tienen un determinado tipo de cuerpo

Ojerosa y hasta los huesos. Eso es lo que creía que significaba tener anorexia, o al menos eso me habían enseñado en la preparatoria; mujeres que no comían nada, que se les podía entrever cada uno de sus huesos y con prominentes clavículas. La realidad es que el estereotipo de una persona que padece un trastorno alimenticio no podría estar más alejado de la realidad y para una adolescente que sabía poco, no pude hacer consciencia de enfermedad. Creía, ilusoriamente,

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Diciéndole adiós a mi cuerpo enfermo

Durante los últimos cinco meses he llevado una dieta más alta de lo que he estado acostumbrada a hacer durante los últimos diez años de mi vida. Claramente, mi cuerpo ha cambiado. Mis caderas se han vuelto más anchas, mis piernas crecieron y mis costillas dejaron de verse. En ocasiones este hecho me acorrala por lo que intento no pasar mucho tiempo frente al espejo o mirando cuerpo. Hace unos días, estaba borrando fotos viejas y me encontré con imágenes

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La vida en avenida dos, número 94

Pasé diez años de mi vida inmersa en un trastorno alimenticio y cuando conocí a mi terapeuta y le confesé mis conductas, me ordenó un internamiento inmediato. Había visto documentales acerca de clínicas de trastornos alimenticios y según yo, tenía idea de lo que sucedía en estos lugares. Me imaginaba gente en los huesos, tristeza y soledad. Llegué un veinticinco de agosto y antes de acceder a ser internada, pedí que me enseñaran la clínica. Al subir, me encontré con

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La voz que rige mis días

– ¿Segura? ¿Te lo vas a comer? Pero eres gorda y con eso te vas a inflar como pelota. Recuerda que las mujeres hermosas no comen…  Tengo una voz que me habita desde niña y comenzó a manifestarse durante mi adolescencia. Es exigente y cruel; diariamente me recuerda que perder peso equivale a ganar felicidad; la he nombrado “la loca” ya que al menos tres veces al día me repite que la comida me hará engordar y que, si no

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La anorexia no se mide en kilos

Para una persona que padeció un trastorno alimenticio, entender que la anorexia no está determinada por el peso que uno presenta ha sido el hecho más difícil de comprender. Recuerdo cuando estaba interna en la clínica y la nutrióloga me dijo que podía permanecer en el mismo peso en el que entré, que si bien era bajo no era tan riesgoso. Escuché sus palabras y lo primero que sentí fue una profunda insatisfacción creyendo que había fallado como una persona

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El terror: un cuerpo que cambia

Recuerdo que tenía doce años cuando mi madre me sentó a la mesa para hablarme, por primera vez, de  sexualidad. Nunca olvidaré lo primero que me dijo: “M´hija: tu cuerpo va a cambiar”. Al instante una ola de pánico se apoderó de mí. ¿Por qué mi cuerpo iba a cambiar? ¿Qué haría yo,  una niña, con cuerpo de mujer? Desde entonces, y creo que hasta ahora, me dediqué a negar la realidad que suponía despertar a mi sexualidad. ¡Yo no quería

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Sobre mí

Sobre mí

Mi nombre es Lucía y vivo en una constante paradoja. En cuestiones de segundos paso de la euforia a la depresión, de la calma al caos y de la locura a la sensatez. Estos conflictos me han demostrado que las dualidades y contradicciones vienen a construir lo que significa vivir en consciencia y plenitud.

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La vida en paradoja