Todo empezó una tarde de enero cuando al probarme mi vestido de quince años, mi madre me dijo que tuviera cuidado con lo que comía ya que si engordaba, no cabría en él. Recuerdo que la alacena estaba llena de galletas oreos cubiertas de chocolate blanco y diariamente, ingería una después de la hora de la comida. En el momento justo después de comer, las palabras de mi madre resonaron en mi cabeza y decidí ya no comer postre. Quería …