Hablemos del IMC

El índice de masa corporal (IMC) es una fórmula matemática que asocia la masa y la talla del individuo acorde al uso de una tabla. Fue creada por el estadístico Adolphe Quetelet en 1835. Se realizó únicamente con fines estadísticos y con una población en específico. Dicha tabla clasifica a las personas en infra peso, peso normal, sobrepeso y obesidad. No toma en cuenta la edad, el sexo, el porcentaje de grasa o masa muscular. Esta forma de categorizar sigue siendo muy popular actualmente y es usada por muchos profesionales de salud para definir si la persona goza o no de salud.

No soy nutrióloga y hay muchos datos que seguro desconozco, pero me parece importante decir lo que pienso acerca de lo peligroso que puede ser el querer meter al individuo a un parámetro sin evaluar ninguna otra circunstancia de vida. Desde mi punto de vista, se puede gozar de salud en un peso alto y, por otra parte, tener conductas alimentarias de riesgo en un peso que puede ser considerado “aceptable”. Para esto, debemos de ver más allá de la báscula, la métrica y las fórmulas para analizar a la persona como un todo y como el resultado de una serie de factores que realmente conforman lo que es la salud.

Mi historia con los trastornos alimenticios es un perfecto ejemplo del por qué esta tabla no funciona como medidor de salud. Acorde a lo que sería la tabla de medición del IMC, por años me balancee entre peso normal e infra peso y a pesar de ir con varios nutriólogos, ninguno supo diagnosticar mi trastorno alimenticio. La verdad es que el problema real estaba en mis conductas, no en la forma de mi cuerpo. Les tenía miedo a ciertos alimentos, comía únicamente cosas “saludables” y mantenía un estricto plan de ejercicio. Me hice de un montón de reglas para obedecer a mi crítico interior y poco a poco, se instaló el cuadro de la anorexia. Las tablas decían que estaba bien, pero por dentro, me estaba desmoronando.

Esto me hace pensar en todas las mujeres que van de doctor en doctor afirmándoles que están bien porque cumplen con la “norma” pero por dentro, viven un infierno en vida. Asimismo, pienso en todas las personas de talla grande que mantienen una relación hostil con los alimentos y, además de todo, la sociedad les refuerza que, para encajar, deben de bajar de peso. Son discriminados, estigmatizados y violentados constantemente por un entorno que únicamente acepta los cuerpos delgados y define la salud con la ejemplificación de una sola silueta.

En lo personal, me hubiera encantado que un profesional de la salud, en lugar de subirme a una báscula, me preguntara cómo era mi relación con la comida, lo que sentía al comer y la percepción que tenía de mi propio cuerpo. Hubiera deseado que no vieran una tabla que decía que me encontraba saludable y en su lugar, trataran a una joven que sufría problemas alimenticios. Por esta razón, escribo aquí hoy mi descontento con el indicador del IMC y la constante necesidad de los nutriólogos de catalogar según un estándar de salud que, por simple lógica, no todo el mundo puede encajar.

Para entenderlo mejor voltea a tu alrededor y observa la diversidad que hay en el mundo. Existen un sinfín de tipos de flores, razas de animales y altura y ancho de árboles. Y así como hay variedad en la naturaleza, también lo hay en la forma de cuerpo de cada uno. Hay mujeres altas, bajas, anchas, delgadas, con piernas fuertes o caderas prominentes. Existen un sinfín de siluetas y no podemos clasificar un cuerpo con una simple medición. La realidad es que el cuerpo de cada persona debe ser venerado, independientemente de su forma o peso y como profesional de la salud, se debe ir más allá que en los simples resultados de un cálculo matemático.

Además, como sociedad debemos aprender a respetar las decisiones de vida de cada uno y dejar de juzgar los hábitos alimenticios de los demás por la pura observación del cuerpo de una mujer. Aprendamos a ser más tolerantes y empáticos, comenzando a ver al individuo por lo que es y no por el cómo queremos que luzca.

Amante del té, las letras y la buena literatura. Sobreviviente de un trastorno alimenticio y orgullosa maestra de danza.

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Sobre mí

Sobre mí

Mi nombre es Lucía y vivo en una constante paradoja. En cuestiones de segundos paso de la euforia a la depresión, de la calma al caos y de la locura a la sensatez. Estos conflictos me han demostrado que las dualidades y contradicciones vienen a construir lo que significa vivir en consciencia y plenitud.

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