Esta sí soy yo

Varias veces durante mi tratamiento, escuché a mi terapeuta decir que eventualmente me podría  reconciliar con la imagen que el espejo me devolvía. Instantáneamente y varias veces descarté sus palabras, porque durante los últimos diez años siempre había sentido una profunda insatisfacción con la imagen que el espejo reflejaba.

Durante mucho tiempo, intenté por muchos  medios, transformar mi cuerpo para agradarme y no importaba el peso, la forma o el régimen al que me sometiera para conseguirlo. La verdad es que yo me odiaba tanto, que a pesar de ser una persona delgada, me autodenominé como “una gorda asquerosa” y, obviamente con un alto grado de insensibilidad hacia mí. 

Tiempo después, mi terapeuta me explicó que la dismorfia corporal sería de lo último que resolvería. Yo creí que nunca sanaría al grado de poder transformar la manera en la que me miraba en el espejo. Las heridas parecían ser tan profundas que siempre pensé que nunca sanarían y al verme al espejo, siempre me veía de un tamaño tan grande, que me convencí que esa silueta era la verdadera.  

Hicieron falta muchas sesiones de terapia psicológica y otras tantas con mi nutrióloga anti-dieta, así como leer muchos testimonios de gente gorda, para que yo entendiera que no era una persona de talla grande y que vivía dentro del privilegio de la delgadez. A partir de todos estos momentos, comencé a dejar de confiar en lo que veía en el  espejo y aprendí a escuchar  las voces de mi equipo de recuperación. La dismorfia no se fué, pero ellas me ayudaron a cerrar las heridas, a resolver mi historia y a sanar mi relación obsesiva con la comida. Además, conocí a mi ahora esposo, quien con un afecto inigualable me enseñó a confiar en mi cuerpo, a comer sin culpa y gracias a su amor incondicional, yo comencé a amarme de esa manera. 

A pesar de todo este trabajo y de  saber ya, que no tenía nada de malo y mucho menos de “ asqueroso” ser una persona gorda, la imagen reflejada aún era de una profunda insatisfacción.

Finalmente, decidí comenzar a vivir, a hacer planes para el futuro, a sumergirme en el amor que mi esposo me daba y a saborear los placeres que tiene la vida, me acerqué a ella y con pequeños pasos, comencé a alcanzar la recuperación; para esto tuve que reconocerme y aceptarme como una persona gordofóbica y por ello, tuve que cuestionarme todo mi sistema de creencias y modificarlo. La lectura y seguimiento de un montón de activistas y de sus testimonios de vida, me ayudaron comprender el privilegio en que yo vivía y me dieron la oportunidad de empatizar con ese grupo enorme de personas que tampoco la han tenido fácil. 

Este camino me llevó, por primera vez hace un año, a que me reconociera verdaderamente en el espejo. Un día me vi a los ojos y supe que esa persona que estaba reflejada, era suficiente para sobreponerse a ese cambio radical de vida que estaba por hacer. No me vi gorda ni delgada, me vi capaz y con una fortaleza inigualable, me sentí orgullosa porque a pesar de todo, estaba viva. 

Han pasado muchas cosas desde ese primer momento en  que me ví como soy realmente y quiero decirte a ti, lector, que la imagen del espejo sí se transforma, tal vez no de la manera que tú esperas, ni con la silueta que desear ver, pero esa imagen que ves en el espejo, se convierte en  un reflejo de tu esfuerzo en terapia, de tu constancia diaria por seguir luchando y de una gran satisfacción por todo lo que has logrado.

Estoy agradecida con esa persona que veo hoy reflejada en el espejo y  que me demuestra que soy valiente y que no importan las circunstancias que haya vivido,  sanar sí es posible. Además, en este camino descubrí que esa mirada de satisfacción está lejos de la forma corporal que tengo.

Después de años de pelear con mi reflejo, hoy SÍ me reconozco y me acepto como soy: obsesiva pero valiente, perfeccionista pero que ahora sabe cuándo parar y tal vez muy emocional, pero también muy creativa.

Amante del té, las letras y la buena literatura. Sobreviviente de un trastorno alimenticio y orgullosa maestra de danza.

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Sobre mí

Sobre mí

Mi nombre es Lucía y vivo en una constante paradoja. En cuestiones de segundos paso de la euforia a la depresión, de la calma al caos y de la locura a la sensatez. Estos conflictos me han demostrado que las dualidades y contradicciones vienen a construir lo que significa vivir en consciencia y plenitud.

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La vida en paradoja