El problema con los estereotipos de belleza

-Alta y delgada, ojos claros, tez blanca y con una cadera no mayor de 90 centímetros- le escuché decir a un booker en la ciudad de México. Se me había ofrecido presentarme en un casting para ingresar a una de las empresas de modelos más importantes del país. Evidentemente, mi cadera no medía 90 centímetros y para comenzar con ellos, debía bajar de peso. Honestamente, me sentía poco merecedora de entrar al mundo de la moda y creía que mi apariencia no era suficiente para tener éxito. A pesar de mi decisión de quedarme a vivir en Monterrey, esa experiencia me marcó profundamente y todavía recuerdo al booker midiéndome con su cinta métrica y diciéndome que, para sus estándares, yo era una gorda.  

Definitivamente, no creo que mi anorexia se haya derivado del entorno en el que crecí, pero sí hubo influencias decisivas. El crecer con este estereotipo de belleza ocasionó que me obsesionara con los números de la cinta métrica y que recurriera a hábitos de un trastorno alimenticio.

Creo que estos estándares de belleza son un problema que nos aqueja desde hace mucho. En un inicio, se idealizaba una figura curvilínea como sinónimo de salud, belleza y fertilidad. Posteriormente, en el siglo XIX la delgadez se convirtió en una aspiración y comenzaron a utilizarse fajas y corsés, pero no es hasta el siglo XX que el cuerpo delgado adquiere una presencia importante en la vida de todas las mujeres.

Actualmente vivimos en un mundo que idealiza a las personas delgadas y que, mediante una variedad de productos y dietas, se nos vende la idea de que algún día podremos alcanzarlo.  Se nos ha hecho creer que la delgadez es sinónimo de bienestar y que habitar un cuerpo grande es equiparable con falta de voluntad.

Hoy, a pesar de lo intentos por incluir a las mujeres de talla grande en la publicidad actual y crear una consciencia de diversidad corporal, el prototipo de mujer sigue siendo aquél que me pidieron ser en la ciudad de México: alta y muy delgada.

Creo que decirle a la mujer como se debe de ver, la hiere profundamente. El decirnos que hay una forma determinada de lucir, me parece violento y agresivo; y no me refiero únicamente al estándar de belleza actual, sino a cualquier idealización del cuerpo femenino.

A partir de mi primer internamiento, en el 2016, me hicieron cuestionarme las bases de mis propias ideologías y mi deseo inamovible de delgadez. Creía ciegamente, que el tener un cuerpo delgado me traería felicidad y nunca me pregunté por qué necesitaba adelgazar con todas mis fuerzas.  Con el tiempo comprendí que vivimos en una cultura gordofóbica, que idealiza a las mujeres delgadas y nos hace ver a la gente gorda, como personas de poca fuerza de voluntad y por lo tanto de poco valor. En una sociedad que glorifica la delgadez, ¿cómo no iba yo a desear bajar de peso?

Y así como yo deseé adelgazar mi cuerpo hasta desembocar en un trastorno alimenticio, existen millones que se someten a dietas y regímenes para encajar en un estándar que nos ha impuesto la sociedad. Según Viggiano (2018) en México hay 22 mil casos anuales de trastornos alimenticios donde el 10% de las mexicanas presentan algún grado de desorden alimenticio y de ellas el 1% tendrá un desorden severo. Asimismo, los trastornos de la conducta alimentaria tienen el mayor índice de mortalidad sobre cualquier otra enfermedad psiquiátrica.

Por esta razón, considero que debemos de ver la delgadez extrema con otros ojos y en lugar de alabarla y desearla, debemos pensar si pueden existir ahí conductas pertenecientes a un trastorno alimenticio.  Asimismo, me parece importante comenzar a rebelarnos contra los estándares de belleza y verlos como lo que son: una dificultad para aceptar el propio cuerpo.

Por todo lo anterior, pienso que tenemos que comenzar a entender que hay poco control sobre la forma de nuestro cuerpo y así como existe diversidad a nuestro alrededor, también la hay en el cuerpo de las mujeres y de los hombres. Altas, bajas, con cadera prominente, con torso alargado o cintura compacta, ¡qué importa como luces!, lo verdaderamente valioso es lo que puedes hacer, decir y pensar, por ejemplo: la libertad que hoy gozamos por ser mujeres. Comencemos a apropiarnos de nuestro cuerpo y a manifestarnos en contra de este ideal de belleza irreal e inalcanzable.

Viggiano, C. (2018) Trastornos alimenticios. Recuperado el 5 de Mayo del 2018 de: https://www.elsoldemexico.com.mx/analisis/trastornos-alimenticios-2748952.html

Amante del té, las letras y la buena literatura. Sobreviviente de un trastorno alimenticio y orgullosa maestra de danza.

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Sobre mí

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Mi nombre es Lucía y vivo en una constante paradoja. En cuestiones de segundos paso de la euforia a la depresión, de la calma al caos y de la locura a la sensatez. Estos conflictos me han demostrado que las dualidades y contradicciones vienen a construir lo que significa vivir en consciencia y plenitud.

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