Durante los últimos cinco meses he llevado una dieta más alta de lo que he estado acostumbrada a hacer durante los últimos diez años de mi vida. Claramente, mi cuerpo ha cambiado. Mis caderas se han vuelto más anchas, mis piernas crecieron y mis costillas dejaron de verse. En ocasiones este hecho me acorrala por lo que intento no pasar mucho tiempo frente al espejo o mirando cuerpo.
Hace unos días, estaba borrando fotos viejas y me encontré con imágenes de hace tres años, cuando estaba justo en una recaída. Mi cuerpo estaba en extrema delgadez e instantáneamente, al ver esas fotos, deseé volver a esa figura. Después pensé en lo difícil que estaba siendo mi vida en ese momento, lo ajena que me sentía a mi propio cuerpo y el hecho que no podía ver más allá que de mi propio sufrimiento. Era indiferente al mundo que me rodeaba y deseaba solo una cosa: ser más y más delgada. Por esta razón pensé, que a pesar de que ahora estoy en un peso más alto del que me gustaría, no regresaría a mi cuerpo de hace tres años por un motivo en principal: no estoy dispuesta a volver a pasar por el tormento que conlleva mantener un cuerpo en los huesos.
Honestamente, al ver las fotografías me impresionó lo delgada que estaba. Este hecho me llevó a reconocer que como paciente en recuperación de anorexia, que la percepción que se tiene de uno mismo es errónea y para mantenerme saludable, debo aprender a ignorar las ideas que se formulan en mi cabeza acerca de mi propia silueta. Asimismo, pensé que es necesario restarle importancia a la propia apariencia. Creo que como mujeres, independientemente de si padecemos o no un TCA, debemos abandonar este discurso de que ser delgada es sinónimo de control, felicidad y éxito y en su lugar, empezar a encontrar nuestra propia fuerza como mujer independientemente de cómo se luce.
En cuanto a mi percepción corporal, creo que aún queda mucho camino por recorrer pero he dado el paso más importante en mi recuperación: el hecho de que ya no me aferro a estar en los huesos para sentirme satisfecha. Asimismo, pienso que ya no me apego a la enfermedad como la única herramienta para vivir y he encontrado fuera de ella un nuevo estilo de vida.
Debido a esto, al encontrarme esas fotografías, instantáneamente las borré ya que me recuerdan a un cuerpo que durante mucho tiempo, busqué alcanzar para sentirme bien y creo que con esta acción le pude por fin decir adiós al cuerpo enfermo para en consecuencia, alcanzar la salud. Dar este paso no fue sencillo, me costó muchas lágrimas y terapia, donde en ocasiones me arrepentía y regresaba por momentos a conductas de la enfermedad. A pesar de ello, puedo decir que he reunido suficiente valor para hacerle frente a mi trastorno alimenticio y hoy puedo recoger los frutos de mi proceso terapéutico.
Gracias a este paso, puedo decir que ahora disfruto muchísimas cosas que antes no me permitía. Disfruto cocinar, comer y convivir en familia; así como también, he perdido el control que creía que tenía sobre mi cuerpo y la comida. Por este motivo, estos últimos tres días, le he dicho adiós a mi pasado y me he abierto un sinfín de posibilidades que sé que puedo alcanzar cuando vivo fuera de las garras de la anorexia.