Cada cambio de temporada viene con una ola de ansiedad. En el cambio de estación, guardo la ropa en unas cajas y las olvido en el closet hasta el siguiente año. Al entrar el otoño o primavera, bajo todas esas cajas de la temporada previa y reviso lo que guardé un año antes. Pantalones, leggings, blusas y vestidos. Todo un repertorio de ropa en la que año con año, me exijo entrar. A pesar de que ha pasado un año desde que dejé las cajas en el fondo del closet, me repito que no tengo derecho a subir de peso; por lo que debo entrar en cada una de mis prendas.
Este otoño todo cambió. Por primera vez en una década me he permitido comer mejor y ha resultado en un ligero incremento de peso. Tal vez no es evidente para las personas que me rodean, pero yo lo siento en cada ropa que me pongo. Estoy en camino por alcanzar la recuperación y es difícil no sentir los cambios.
Por este motivo, este año decidí ya no torturarme con mi ropa de otoño y escoger únicamente lo que me hacen sentir bien con mi cuerpo. Bajé las cajas y me aseguré de deshacerme de toda la ropa que pensaba que no me iba a quedar; ni siquiera le di el gusto a mi trastorno de intentar entrar en los viejos pantalones. Al hacer esta acción, me permití abrirme paso a la verdadera recuperación y entender que soy más que un pedazo de tela. Le dije adiós a toda esa ropa que me acosaba el pensamiento y por primera vez en un mucho tiempo, respeté la forma de mi cuerpo; ese que ha soportado tanto y que hoy decide reclamar su espacio en este mundo.
La realidad es que hacer esta acción no ha sido sencillo. Me costó mucho trabajo en terapia comprender que tengo derecho a habitar un cuerpo más grande y que no debo aferrarme a la silueta enferma. Batallé muchísimo en entender que puedo reclamar mi espacio como mujer en este mundo y que una versión más chica de mi misma, no me hace más valiosa o importante. Cuando al fin asimilé este hecho me abrí paso a la recuperación absoluta donde me permito comer la cantidad o tipo de alimento que se me antoja; donde puedo salir a cenar con mi novio sin sentir culpa después y donde he podido deslindarme de las conductas de la enfermedad. En consecuencia, hoy me apropio de mi cuerpo y le permito transformarse en una silueta de mujer.
Por esta razón, este cambio de estación, me despedí de mi ropa vieja y le abrí espacio en mi closet a nuevas prendas; más coloridas, variadas y capaces de adaptarse a un cuerpo sano y feliz.