-La anorexia, es la enfermedad con mayor índice de mortalidad dentro de los trastornos psiquiátricos-, esto nos dijo la terapeuta dentro de la clínica de trastornos alimenticios.
Éramos tres internas con anorexia y en extrema delgadez, escuché sus palabras y no alcancé a entender la gravedad ni la severidad de lo que decía y lo que ello podía implicar para cada una de nosotras, hasta que una de las tres, Hannah, perdió la batalla contra la anorexia varios años después.
– ¿Esto puede pasarme a mí? le pregunté a mi terapeuta, llorando en el teléfono después de enterarme de que mi amiga había fallecido. -Y puede pasarte a ti y a cualquiera de tus compañeras, me respondió. –
La noticia me partió el corazón y a pesar de haber perdido familiares cercanos antes, el dolor de perder a Hannah lo sentí más desgarrador.
Las memorias compartidas en la clínica pasaron por mi cabeza, como aquella primera noche, cuando ella me arropó con un montón de colchas, porque yo no podía dejar de sentir frío, o aquella otra vez en que las tres reíamos en la cocina y su sentido del humor me hizo sentir momentáneamente feliz. También recordé la vez que lloré frente a una porción de tinga y Hannah no quería irse a su visita familiar para poder consolarme.
En ese momento, no sabíamos que las experiencias vividas entre esas cuatro paredes se quedarían por siempre guardadas en nuestros corazones y aunque nuestros caminos se separarían después de dejar la clínica, siempre nos uniría un afecto inquebrantable.
Este año, cumplo 6 años desde que me dieron de alta de la clínica y casi 1 año, desde que Hannah nos dejó, este es un aniversario difícil para mí, que me recuerda lo joven que ella era, y la gran fortaleza que tenía, además de que con su gran empatía, siempre lograba hacerme sentir mejor. Y más importante es, cuando recuerdo aquel momento, en que decidí dejar ir la anorexia, porque por fin había comprendido que sí quería vivir, y que para ello, tenía que decirle adiós a mi trastorno alimenticio y a sus conductas restrictivas.
Nunca sabré por qué yo pude deshacerme de la anorexia, mientras que Hannah perdió la lucha contra ella, tampoco sabré, por qué algunas de ellas continúan envueltas en su trastorno alimenticio, si tuvimos los mismos recursos de tratamiento. Lo que sí sé, es que llevo a Hannah dentro de mi alma y el día que me enteré de que ella había partido, reafirmé mi decisión de usar todos mis recursos interiores, para ser testimonio de que la recuperación sí es posible.
Gracias Hannah, por el tiempo que compartimos y las memorias que hilamos juntas, Gracias por abrazarme cuando el llanto se desbordaba y tú me hacías reír, aun cuando las circunstancias eran muy difíciles, pero sobre todo, gracias por encender en mí esta llama que llevo dentro y que me ayudó a hacerme responsable de mis actos y de mi historia, así como a perdonar y perdonarme.
Siempre te llevo en mis pensamientos y te arropo hasta donde estés, como tú lo hiciste conmigo ese primer día.
Con amor,
Lucía